La salida es rendirnos
Por allá, a finales de la década de los 60, uno de mis profesores en bachillerato, nos recreaba un escenario imaginario de una guerra entre la entonces Unión Soviética (U.R.S.S.) y la nación China. En esa supuesta guerra, sostenía mi profesor, a China le bastaría enviar, en calidad de refugiados de guerra, a centenares de miles de personas, a diario, desarmadas, caminando a través de la frontera a pedir el mencionado refugio. Tomando en cuenta que, para ese entonces, el número de habitantes de la nación amarilla estaba cerca o ya superaba los mil millones de habitantes, el número de refugiados, en muy pocos días, harían colapsar hasta la economía soviética, ya que ese país tendría la obligación de proteger, alimentar y darle albergue a centenares de miles de personas llegadas a su territorio de un día a otro. De esta manera China ganaría la guerra, sin disparar un solo tiro.
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